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Incienso Referencias bíblicas

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Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aparecen gran cantidad de menciones sobre el incienso. Así, tenemos que en Éxodo 30:1 se le indica a Moisés que debe hacer un altar separado, de madera de acacia, para quemar incienso. Más adelante, en Éxodo 30:7 se dice textualmente: «y Aarón quemará incienso aromático sobre él (el altar); cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará». Y hasta existe una gran advertencia o sentencia en Éxodo 30:9 «No ofrecerás sobre él incienso extraño».

Antes se han mencionado las falsificaciones y el uso de Juniperus Lycia o Juniperus Thurifera para remplazar al incienso; hay que agregar además que los adulteradores siempre han tratado de abaratar costos y se han valido aun del uso de resinas de coníferas a tal efecto, pero así también se contamina el incienso. Hoy en día llamamos al verdadero incienso «incienso macho», en tanto que a las adulteraciones e inciensos artificiales les decimos «incienso hembra».

Este último carece absolutamente de funciones mágicas y sólo sirve para aromatizar un ambiente, de la misma manera que lo hace un desodorante ambiental en aerosol.

Volviendo al Antiguo Testamento, encontramos en el Salmo 141:2 una comparación entre el ascenso del humo de incienso y la elevación de las plegarias: «Suba mi oración delante de ti como el incienso».

De igual forma, aparece el incienso en Deuteronomio 33:10, cuando Moisés bendice las doce tribus de Israel: «...pondrán delante de ti y en holocausto sobre el altar». Otro dato, acerca del incienso en el Antiguo Testamento, lo podemos leer en Levítico 16, 12-13, durante el día de la expiación: «Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos de perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo.

Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no se muera».

En esta cita hay una descripción muy interesante, ya que se dice «perfume aromático molido»: muchas son las técnicas que utilizaban (y aun hoy utilizan) los balsameros, perfumistas y ungüentarios; algunos términos usados por ellos, a causa de la vulgaridad y así, por ejemplo, cuando hablamos de pócima (lo cual significa estrictamente «cocimiento» de sustancias vegetales para ser ingeridas y que posee efectos medicinales curativos), se suele imaginar de inmediato a algún hechicero preparando algo terrible.

Pero en el Antiguo Testamento bien se nombra el polvo de incienso.

En realidad la pulverización de hojas, tallos, raíces, cortezas o gomorresinas, como en nuestro caso, sirve para fines terapéuticos, para facilitar la ingesta y normalmente se lo encapsula, de modo tal que pase a través del estómago sin afectarlo y se difunda en el intestino al disolverse la cápsula, cuya función es la de proporcionar un vehículo al polvo.

Pero en el texto bíblico, la pulverización no significa la labor medicinal, sino ritual, a tal efecto, pulverizar una gomorresina implica que ésta será utilizada en perfectas y correctas proporciones.

En el Nuevo Testamento también aparece el incienso en notables acontecimientos: cuando la visita de los Reyes Magos a Jesús recién nacido: «Y al entrar a la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra». Incienso, el símbolo del Sol y del hijo del Sol, Júpiter, el esplendor de la Luz Mayor, y la mirra, pariente cercano del incienso, es el perfume de Hermes Trimegisto.[cita requerida]

Una ofrenda similar a la de los Reyes Magos, hizo el rey sirio Seteuco Callinico II, cuando obsequió al templo de Apolo de Mileto mirra y más de diez talentos de incienso. Al igual que el incienso, la mirra debe ser recolectada y preparada según los ritmos astrales, como explica Escribonio.

Tan importante ha sido considerado el incienso, que Heródoto, padre de la historia, nos cuenta sobre la gran derrota de los árabes frente a Darío I, y que como tributo de guerra, obligó a éstos a que pagasen anualmente mil talentos de incienso. [cita requerida]

Retornando al Nuevo Testamento, en el Libro de las Revelaciones o Apocalipsis de San Juan (8:3-5), el Séptimo Sello, leemos: «Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un inciensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.

Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del inciensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra, y hubo truenos y voces, relámpagos, y un terremoto».

El texto citado pertenece a la narración sobre el Séptimo Sello: el número siete simboliza la organización, la producción, el triunfo, la fecundidad.[cita requerida] Abrir el Séptimo Sello es abrir lo que los orientales llaman «El Loto de Mil Pétalos».

El inciensario de oro simboliza el corazón del Iniciado, donde debe arder el incienso, que es servicio y amor.

El humo del incienso, es a su vez, la alegoría del servicio impersonal y desinteresado, que lo impregna todo, y propiamente el «mucho incienso» significa la gloria de haber obtenido una mente pura y un corazón amoroso, devenidos del esfuezo propio del servicio altruista.[cita requerida]

El benjuí, llamado por Ibn Battuta «el incienso de Java y Sumatra», es un aroma típico del Cuattrocento y del Renacimiento: en el año 1461 el sultán de Egipto, Melech Elmaydi, despachó al dux de Venecia, Pascual Malispiero, un cargamento del preciado benjui, entre otros regalos.

Otra anécdota, pero del año 1476, nos habla de un obsequio realizado por el sultán de Egipto Kaitbei, que constaba de 15 libras de benjui, a la bella Catarina Cornaro, de Venecia. También del sultan Kaitbei recibiría Lorenzo el Magnífico, de Florencia, un cargamento de benjui como presente.

Fray Zuambatista nos dice sobre el benjui que es uno de los sahumerios más codiciados. Y en una antigua apotheca o botica de Brunswick se mantiene la antigua tradición de llamar al benjui como Asa Dulcis

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