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Sai Baba y su mensaje Un hombre que pregonó la religión del amor Leonardo Carvajal

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A propósito del fallecimiento del líder espiritual indio, un académico colombiano, seguidor de su filosofía, reflexiona sobre sus enseñanzas y su legado.
Sai Baba murió el pasado domingo a los 84 años.
En agosto de 2001, pocos días antes de que los eventos del 11 de septiembre impactaran el sistema internacional, tuve la oportunidad de una entrevista personal con Sathya Sai Baba, a quien había decidido ir a conocer personalmente en el sur de la India luego de quedar cautivado intelectualmente con la sabiduría y profundas reflexiones filosóficas que encontré en los primeros libros sobre sus enseñanzas que por “causalidad” llegaron a mis manos.


De entrada, su ciudadela espiritual me pareció una suerte de Organización de las Religiones Unidas, a la que durante todas las épocas del año llegan decenas de miles de personas del mundo, devotos de las grandes religiones del planeta. En este aspecto su mensaje fue de unidad al argumentar que “sólo hay una religión, la religión del Amor; sólo hay una raza, la raza de la Humanidad; sólo hay un lenguaje, el lenguaje del Corazón; sólo hay un Dios, que es Omnipresente”. En consonancia con estos principios, desde hace seis décadas allí se conmemoran con gran fervor y respeto las festividades hinduistas, cristianas, islamistas, judías, budistas e inclusive la celebración del año nuevo chino, sin importar las tensiones geopolíticas que históricamente han enfrentado a la China y la India.

Planteó que la educación a todo nivel debe orientarse a la formación del carácter y no concentrarse en la simple transmisión de información, y que los currículos deben servir a los estudiantes para aprender a vivir la vida y no sólo para ganarse la vida. Sus cientos de colegios gratuitos en varios países del mundo (Colombia incluido) promueven la educación centrada en los valores humanos del amor, la paz, la rectitud, la verdad y la no violencia, los cuales no se enseñan al niño sino que se busca que con técnicas específicas y la laboriosidad de los maestros se manifiesten desde su interior. Sobre la labor profesoral, Sai Baba indicó que su propósito debe ser el de inspirar a los estudiantes para transformar la familia, la sociedad, el país y el planeta. A los maestros aconsejaba: “Primero sean, después hagan, luego enseñen”.

En materia de salud, promovió la gratuidad en los hospitales generales y de superespecialidades médicas que construyó. El rasgo más distintivo de los hospitales de Sai Baba es la conciencia del cuerpo médico y de enfermeros de que el paciente no es un cliente enfermo, sino un ser con derecho a mejorar su calidad de vida y que no se atiende sólo un cuerpo, sino también un alma.

La fundación mundial de Sathya Sai adelantó las más grandes obras realizadas por una organización privada en el mundo en materia de acueductos y alcantarillados, llegando a 2,2 millones de personas a través de 2.300 kilómetros de redes y la construcción de casi dos centenares de embalses. En Colombia, el 28% de la población no tiene acceso al agua potable, a pesar de ser un país que es potencia hídrica global.

En un planeta asediado por la corrupción a todo nivel, y en particular en el caso de Colombia, en donde se calculan en 4 billones de pesos anuales los pagos en coimas y sobornos, Sai Baba subrayó que “la ciencia sin humanidad, la política sin principios y los negocios sin moralidad no sólo son prácticas inútiles, sino peligrosas”.

Frente al sello distintivo del individualismo y el egoísmo de la sociedad actual, Sai Baba resumió en 10 palabras lo que denominó los Vedas del Siglo XXI: “Ama a todos, sirve a todos; ayuda siempre, nunca hieras”. Por ello, ante los artículos escritos por quienes ilusoriamente se llaman sus “detractores”, Baba nos hubiera exhortado con ecuanimidad: “Olvida el bien que tú has hecho, olvida el mal que te han hecho”.
*Politólogo e internacionalista.
M.Sc. Universidad de Oxford.

Un adiós monumental para el maestro
Filas interminables de personas que querían despedirse del gran maestro se vieron en Puttaparthi, localidad del estado indio de Andhra Pradesh, donde se realizaron las honras fúnebres de Sai Baba. Su cuerpo fue expuesto en un santuario en un ataúd de vidrio para que sus seguidores pudieran ver al gran gurú por última vez, antes de que fuera depositado en el mausoleo.

Los representantes locales de su organización no asistieron a la ceremonia porque, según explicaron, no alcanzaban a llegar al lugar antes de que el cuerpo de Sai Baba fuera sepultado.

El dirigente espiritual contaba con casi 10 millones de fieles en el mundo y era considerado por sus seguidores como la reencarnación de un hombre sagrado, Sai Baba de Shirdi, que murió en 1918. Hasta el líder budista tibetano, Dalai Lama, dijo ayer estar triste por el fallecimiento: “Quisiera transmitir mis condolencias y oraciones a todos los seguidores, devotos y admiradores del desaparecido líder espiritual”.

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Leonardo Carvajal* | Elespectador.com

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