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Egipto y la maligna ignorancia histórica.

Published by Buscador under on 13:56

por Alejandro Roque González.

“Y pondré a la tierra de Egipto en soledad…por cuarenta años…Y tornaré a traer los cautivos de Egipto, y los volveré a la tierra de Patros…y allí serán un reino bajo. En comparación de los otros reinos será humilde; ni más se alzará sobre las gentes: porque yo los disminuiré…”
(Ez 29:12-15)

Egipto, destronado como Imperio Mundial (1600-1200 a.C) por el antaño y renaciente Imperio Asirio (900-607), sería ahora ampliamente quebrado como superpotencia mundial por el entonces recién surgido Imperio Babilónico (606-536 a.C). A partir de entonces Egipto nunca volvió a ser, ni ha sido hasta hoy—como lo profetiza aquí Ezequiel—una nación de renombre mundial. Es un reino “bajo y humilde” en comparación con las naciones desarrolladas del planeta (v.15).

Cualquier estudioso de la historia mundial y específicamente del Medio Oriente, si no se deja arrastrar por sus pasiones y odios, tiene ante sus ojos, cuando compara los manuscritos existentes en los anales humanos, más evidencias de la existencia del pueblo hebreo que de ningún otro; y lo mismo sucede con la personalidad histórica—y Divina—de Jesucristo.

No vamos hablar de los Talmudes judíos que mencionan a Jesús con el calificativo de Ben Pandera, o la mención de hace dos mil años hecha por el famoso historiador Flavio Josefo; o Talo el historiador samaritano; sin hablar de los escritores cristianos antiguos como Clemente de Alejandría, Ireneo, Orígenes o Eusebio entre otros; ni los apóstoles bíblicos. Tampoco Cornelio Tácito, el historiador romano en el 112 d.C. Suetonio en el 120 d.C, quien además de historiador romano era también oficial de la corte en tiempos del emperador Adriano; o Plinio Segundo (el Menor) que en el 112 d.C escribe al emperador Trajano pidiéndole iniciativas para ver cómo tratar a los cristianos seguidores de Jesús. Son muchas evidencias.

Todos de una u otra forma mencionan a Cristo y sus seguidores, como un hecho verídico. Habría que ser bien hipócrita para hacerse eco de tantos farsantes que hoy se consideran teólogos, historiadores, enciclopedistas, y tantos otros prepotentes títulos que usan para ignorar la existencia histórica del Redentor de la humanidad; e inyectarles el veneno apócrifo a estas generaciones de último siglo que carecen de poder analítico, al ser bombardeados desde su infancia con promesas ideológicas y juguetes electrónicos.

Todo va más allá de la injusticia de ignorar a Yahweh Dios, y con ello manifestar su impiedad sobre las masas de humanos perdidos entre sufrimientos, miserias, supersticiones y vanaglorias; sin saber que son explotados e impedidos de vivir humanamente con la esperanza de su eterna redención. Los prejuicios históricos van más allá de la ignorancia; en ellos vemos el propósito diabólico de no solo ignorarlo, sino arrancarlo para siempre del corazón humano. El impacto de la Biblia en su totalidad y los Evangelios Cristianos en el curso de la historia humana ya de por sí es el hecho más relevante y milagroso; sin embargo, y por solo citar dos ejemplos, tenemos y creemos a Cesar y Aristóteles como personajes históricos reales, y ¿cómo lo sabes con tanta seguridad?

Las copias (no originales) manuscritas que confirman a Cesar (100-44 a.C) como persona verídica en los anales históricos datan del 900 d.C, y solo diez copias, para un lapso de algo más de mil años hasta nuestros días; es decir, entre el tiempo que vivió el personaje y la copia más reciente que se conserva, muchas veces incompletas y contradictorias. Tenemos igualmente a Aristóteles (384-322 a.C) como un gran pensador, y nos creemos sin disentir que existió en realidad; sin embargo las cinco copias que conservamos de sus escritos datan del 1100 d.C, para un lapso de mil cuatrocientos años desde su origen y muerte del escritor hasta la copia existente, más o menos. Por otra parte tenemos manuscritos originales bíblicos milenarios como los Rollos del Mar Muerto; más de 25 000 manuscritos del Nuevo Testamento que hablan de Jesús (ya sean pedazos o completos) que datan—en comparación con las otras obras antiguas históricas—un lapso de solo doscientos años desde la existencia y ministerio de Jesús y las copias conservadas de sus escritores; con casi dos mil años de existencia; sin contar los otros escritores extra bíblicos (pro y en contra) que han mencionado y citado porciones de los anales nuevo testamentarios en relación a la veracidad e impacto histórico del Redentor en el curso primitivo de la agitada historia de la Iglesia: y a eso y ello, no queréis creer. Porque en el fondo, el malicioso objetivo, es ignorar al Hijo de Dios, y quitarle al hombre la posibilidad de su Redención Eterna.

No podrán, por más que traten. Escucha: no podréis.

Aquí—en el pasaje bíblico que analizamos—el Egipto engrandecido estaba destinado a desaparecer como tal, y así finalmente ocurrió. Con anterioridad a la fundación reciente del Estado de Israel en el año 1948, además de judíos en la zona, vivían allí igualmente jordanos y egipcios. Hoy quieren hacernos creer que una tal nación de palestinos árabes existía con antigüedad establecida, y la realidad es que no son más que esos descendientes egipcios sin historia en Jerusalém o sus contornos; sin embargo, en la frontera de Gaza y el Sinaí, el gobierno de Egipto les niega la entrada a sus descendientes que hoy les llama palestinos. Tanto jordanos como todos los países árabes le niegan su entrada como si fueran pestilentes e inhumanos. Naciones que controlan vastas regiones de territorio inhabitable, y el lector puede tomar un mapa en sus manos y analizarlo; y compararlo con el pequeñito territorio que controlan los judíos para poder subsistir como nación (con 3000 años de histórica existencia allí); pero no, esos árabes prefieren ver el sufrimiento de sus descendientes “palestinos” por tal que se levanten en odio satánico contra los hebreos y traten de desaparecerlos y exterminarlos de la faz de la tierra, como soñó Hitler.

En vano, repito, no podrán. Escucha: no podréis.

El profeta Ezequiel supo manifestar la ordenanza del Espíritu Santo. ¡Cuánta exactitud en éstos profetas de Dios anunciando el provenir! Ello bastaría para hacer pensar al más incrédulo; sin embargo, parece que la ignorancia es un langostón que se expande como certera plaga; cual arsénico astutamente elaborado. No por gusto Jesucristo acusó a los a los religiosos, filósofos, y políticos de su época, que se asemejan al patético cuadro que padece hoy nuestro planeta, con la claridad y simpleza de sus sentencias: “Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. El homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso, y padre de mentira…El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por eso no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Jn 8:44-47).

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