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Miedos infantiles… traumas adultos

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Gracias a la literatura existente y a los manuales de psiquiatría, se sabe que muchos miedos intensos manifestados en la adultez, provienen de experiencias sufridas en la edad infantil.


La oscuridad, los animales, alejarse de los papás o las sombras son sólo algunas de las situaciones que atemorizan a los niños. Se trata de manifestaciones que se asocian al proceso evolutivo de los menores, pero que si se prolongan más de lo normal o constituyen una fuente importante de sufrimiento, hay que tratar.
ENFRENTANDO LO DESCONOCIDO

Se puede decir que los miedos en la niñez sirven para desarrollar ciertas defensas que los protegerán en situaciones posteriores de la vida. Aparecen porque están conociendo el mundo, enfrentándose a lo desconocido y a lo que podrían o no controlar.

La psicóloga clínica e infanto juvenil, Claudia Szita, aclara que “podemos observar miedos desde muy pequeños y el mayor temor es a perder a la madre o a quien los cría. Cuando bebés, ya vemos sobresaltos y llantos frente a estímulos desconocidos o estruendos que los pillan de sorpresa. Luego, aparecen los temores a los animales y alrededor de los 4 o 5 años, a la oscuridad y, en consecuencia, a la aparición de seres imaginarios que pudieran llegar a causarles daño o a ‘llevárselos’ ”.

La especialista continúa señalando que a medida que los pequeños van creciendo, aparecen los temores a las catástrofes naturales, como los terremotos o el sonido de las fuertes lluvias. Al entrar al colegio, surgen los miedos ligados a lo social, al ridículo, a dar una mala prueba. Y cobra gran importancia el aspecto físico, por lo tanto, aparecen las aprensiones a tener algún accidente, a perder alguna parte del cuerpo o a contraer enfermedades, por nombrar sólo algunas.

“Al ser normales, no todos los temores que presentan los niños requieren de un tratamiento para alejarlos. El problema está cuando no desaparecen a pesar de las explicaciones o se van cronificando. En estos casos, es necesario consultar con un especialista para descartar a tiempo una posible fobia o trastorno ansioso”, puntualiza Claudia Szita.

Más de alguna vez hemos escuchado a un adulto mencionar que tiene pánico a los insectos, a la oscuridad o a los temblores. En estos casos y previa evaluación de un especialista, se podría determinar que se trata de una fobia o algún tema no solucionado en la niñez.

La psicóloga, quien también es miembro de www.mipsicologa.cl, añade que “pueden llegar a ser fobias, incluso, en la misma infancia, cuando a pesar del tiempo y de las explicaciones de los adultos el miedo no cede, cuando es desproporcionado al estímulo que lo provoca y cuando comienza a interferir en la vida cotidiana del niño. También, cuando los síntomas somáticos como los vómitos o diarreas aparecen con tal intensidad que los anula socialmente. Se podría empezar a hablar de fobia entre los 6 y 8 años de edad aproximadamente”.

Cuando se determina que algún problema psicológico de la adolescencia o la adultez es consecuencia de un miedo infantil no tratado, y dependiendo de la línea teórica del profesional, el psicoanalista buscará el origen del miedo, que seguramente se habrá manifestado con otros síntomas relatados en el discurso del paciente.

“El cognitivo conductual buscará que la persona aprenda a no tener miedo, sin tanto énfasis en lo que lo causó en la infancia, sino a cómo se siente hoy. El cognitivista intentará una reestructuración que pretende que el paciente identifique los pensamientos negativos que vienen a su mente antes o durante las situaciones fóbicas; que evalúe la exactitud de dichos pensamientos y que derive ideas alternativas racionales que le ayuden a neutralizar los efectos de los pensamientos mencionados”, puntualiza la profesional.

Al explicar posibles tratamientos, Claudia Szita aclara que el psicólogo humanista usará técnicas integradoras, enfocadas en las vivencias y experiencias del paciente, apoyándose también con otras alternativas como ejercicios de yoga, imaginería o hipnosis. Cualquiera de estas terapias puede complementarse con el uso de fármacos en caso de ser necesario, tratamiento que siempre debe ser recetado por un psiquiatra.

ALEJAR EXPERIENCIAS “SUFRIDAS”

De acuerdo a la experiencia de los profesionales del área, el miedo a los extraños es el que más persiste en la adultez. Sin embargo, se transforma en fobia social cuando se extiende en el tiempo.

“Las fobias corresponden a trastornos de ansiedad. Debemos preocuparnos cuando el temor es desproporcionado al estímulo que desencadena la respuesta al miedo, o cuando están relacionados a estímulos que objetivamente no son verdaderamente peligrosos”, agrega la psicóloga, quien también aclara que si se manifiestan por largo tiempo o interfieren en el desarrollo de una vida normal, será fundamental asistir a terapia.

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