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Sabiduría bíblica y fundamentada espiritualidad

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(Mariano Boyano Revilla, Revista Agustiniana). Como en ocasiones anteriores se recogen en este libro, Acojamos a Cristo, nuestro sumo sacerdote, los Ejercicios espirituales que dio en febrero de 2008 el experto exegeta jesuita Albert Vanhoye a la Curia vaticana, pensando en el año sacerdotal.
Como dice el propio Benedicto XVI en sus palabras de agradecimiento, significan una importante aportación a la espiritualidad bíblica «por su guía espiritual, ofrecida con tanta competencia teológica y con tanta profundidad espiritual» (189). El tema central es la acogida de una adecuada mediación sacerdotal de Cristo con la consiguiente aplicación a la revitalización de la fe y de la vida. Para afrontarlo el propio autor dice: «Me inspiraré sobre todo en la Carta a los hebreos, que nos presenta a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote y nos introduce en una inteligencia profunda de su oblación sacerdotal y de su mediación» (6).
De este modo, tras presentar brevemente el texto como una predicación de un compañero de san Pablo dirigida a una comunidad en crisis o en peligro de enfriamiento de la fe, va haciendo exégesis de las diferentes partes y sacando de cada una de ellas adecuadas aportaciones espirituales para quienes le escuchaban en su momento o para quienes ahora lean la obra. Sirva de ejemplo la introducción que hace sobre el famoso texto «Dios nos ha hablado» (Heb 1,1-2). Tras analizar con detalle que el Dios de la Biblia es un Dios que habla, que es pura comunicación, nos invita a ponemos en actitud de escucha atenta: «El Señor nos ha comunicado su Palabra, el Señor está en relación profunda con nosotros y quiere, en estos días, profundizar esta relación. Debemos abrir con gran confianza nuestro ánimo a la palabra de Dios» (12). En sucesivos capítulos o breves meditaciones nos hace caer en la cuenta de la importancia que tiene el original sacerdocio de Cristo, logrado por su cercanía con Dios (es Hijo) y por la solidaridad con los hombres (es hermano). Cristo es el único Sumo sacerdote, digno de fe y misericordioso con los hombres. El sacrificio de Cristo supera los pobres sacrificios rituales e inaugura la Nueva Alianza. Los cristianos podemos participar de su suerte. Así, por ejemplo, acude a otros textos neotestamentarios para ver la teología mediadora de la Nueva Alianza en la Última Cena de Mt 26,26-28: «El amor que proviene del Padre pasa a través del corazón de Cristo y transforma un acontecimiento trágico y escandaloso en una fuente de gracia infinita. Cuando celebramos la Eucaristía y comulgamos, recibimos en nosotros este intenso dinamismo de amor, capaz de transformar todos los acontecimientos en ocasión de la victoria del amor» (109). Termina con dos sugerentes meditaciones para invitarnos a vivir en profundidad tanto el sacerdocio común como el ministerial: Unión a Cristo y sacerdocio bautismal y El corazón sacerdotal de Cristo y el sacerdocio ordenado. Me parecen especialmente ricas las consideraciones que hace de la unión de ambas que deben darse en quienes reciben el ministerio ordenado: «Para ser sacramento de Cristo sacerdote, el obispo, el presbítero, debe estar unido al corazón de Cristo en sus dos disposiciones fundamentales: la docilidad hacia Dios y la misericordia hacia los hombres. Debe tener un corazón filial hacia Dios Padre y un corazón fraterno hacia las personas humanas» (181).
La editorial San Pablo nos ofrece en este libro un texto bien cuidado y sencillo de leer, lleno de sabiduría bíblica y con ricas aportaciones para una fundamentada espiritualidad. Puede servir muy bien para hacer una buena lectio divina.

Mariano Boyano Revilla
Revista Agustiniana 51/156 (septiembre-diciembre de 2010) 590-591.

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