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El amor es cosa de tres (fases)

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 NO me cabe duda de que usted ama a su pareja o al menos eso cree. Pero sabe muy bien que ese amor no es el mismo ahora que cuando se conocieron. Esto es debido a unas pocas hormonas y neurotransmisores que fabrica nuestro organismo y sobre los que no tenemos control alguno. Los humanos tenemos tres fases del amor interconectados y con una profunda raíz evolutiva. Son tres procesos cerebrales relacionados entre sí, que nos lleva a una definición del amor tripartita.

La primera fase es la del impulso sexual indiscriminado, puro instinto, apareamiento perentorio. Los experimentos demuestran que determinadas zonas del cerebro se activan al enseñar a los individuos fotos de contenido erótico explícito. Esta búsqueda imperiosa de una pareja y que activa la práctica sexual, está regulada por una hormona esteroide, de todos conocida, llamada testosterona. Una auténtica maravilla de nuestra naturaleza, responsable del deseo sexual en el homo sapiens casi en exclusiva (las mujeres suelen tener más deseo sexual alrededor del periodo de ovulación, cuando suben sus niveles de testosterona).
La segunda fase es la del amor romántico: el enamoramiento. Se caracteriza cuando un individuo empieza a mirar a otro como algo especial y único. Viendo en él todo lo bueno (cualidades y virtudes) e ignorando todo lo malo, a esto se le llama deformación perceptiva. Se caracteriza por un alto nivel de una hormona llamada dopamina, fabricada por nuestro organismo, en el hipotálamo, a partir de un aminoácido. Dura esta fase, en plenitud, entre 12 y 18 meses. Otra maravilla de nuestra naturaleza, que nos hace sentirnos vivos y protagonistas de nuestra propia existencia (cosa nada fácil de conseguir).
La tercera fase es la del cariño y la afectividad, muy cercana a la amistad. Es de larga duración y está relacionada con dos hormonas llamadas: vasopresina y oxitocina. En su descubrimiento tuvieron mucho que ver unos animalillos llamados topillos. Los topillos de la pradera (microtus ochrogaster), tienen un comportamiento familiar intachable. Las parejas son fieles hasta la muerte, los cónyuges  colaboran sin protestar en el cuidado de la prole y suelen vivir con los suegros en paz (¡ahí es nada!). Por el contrario sus hermanos los topillos de las montañas (microtus montanus), son hoscos e individualistas, además de traidores con sus parejas. Los machos no ayudan en el cuidado de los hijos, y las hembras los abandonan muy pronto a su suerte. Esta enorme diferencia de comportamiento, se debe a un solo gen que fabrica el receptor de la vasopresina. Mostrándose este gen muy activos en unos (los topillos de la pradera) y poco activo en los otros.
Está demostrado que el nivel de testosterona disminuye con la edad y con ella el deseo sexual. Una libido débil es lo que nos espera a los mayores. También a esas edades es muy difícil volver a enamorarse debido al bajo nivel de dopamina, pero no imposible. La pornografía (nada  que ver con el erotismo, tan difícil de conseguir) y la promiscuidad son los cánceres del amor en todas las edades (más acentuado en los jóvenes actuales), ya que sólo accede a la primera fase del amor, asesinando de modo brutal la segunda (enamoramiento) y tercera (afecto y cariño) fases.
El auténtico amor es el que, de manera conjunta, aborda todas las fases descritas, teniendo, en función de la edad de los componentes de la pareja, distinta intensidad. Así los jóvenes puntuarán alto en las dos primeras fases y bajo en la tercera. Los de mediana edad puntuarán casi por igual en todas las fases. Los mayores puntuarán alto en la tercera y bajo en las restantes, pero puntuarán. El famoso tren debe pararse siempre en las estaciones, aunque algunos viajemos ya en AVE y otros en mercancías.
Algunos no estarán de acuerdo conmigo al reducir el amor a una cuestión de pura química, pero eso es lo que los científicos (antropólogos, psicólogos, etólogos, neurólogos, etcétera) han descubierto. Sin duda, el amor es mucho más, ya lo decía san Pablo (siempre  Pablo, el gran hacedor del cristianismo): "El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alardes, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". Pero a mí, que quiere que les diga, me cuadra bastante la explicación científica expuesta.

Manuel F. Sánchez Blanco, Arquitecto

 http://www.diariodesevilla.es/

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