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Los fabricantes de tréboles de 4 hojas

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Paula y Sergio crearon una huerta mágica donde crecen los más tradicionales amuletos de buena suerte. También venden matas que, al nacer, traen escrito un mensaje y otras especies curiosas que hacen parte de un portafolio sin igual.

Carolina Calle Vallejo | Medellín
Cuando regresaron a la oficina después de un puente festivo, encontraron la súplica desesperada que había dejado un cliente en el contestador y un correo electrónico que desde la noche del viernes imploraba auxilio en un tono agónico.

Paula Franco y Sergio Gómez devolvieron la llamada. Los saludó con desdén y, cuando le preguntaron "¿cómo sigue?", suspiró antes de pronunciar un funesto lamento: "Ya es demasiado tarde. Se murió mi trébol".

Había escuchado que eran tan escasos como encontrar un arco iris en el desierto, tan perseguidos por el mundo como el más vil de los delincuentes y tan singular como lo fuera un gallinazo de tres patas.

-Tranquilo-, le respondió Paula comprendiendo el duelo de su cliente. -No se preocupe que un trébol nunca muere.

Como ignoraba que tuvieran dotes catalépticos y parecieran sin vida cuando sus hojas se abrazaban a sí mismas en la noche, intuyó que, por culpa de ese par de cultivadores que le vendieron un integrante de la cosecha de tréboles mutantes, se le marchitaría la suerte.

-Los tréboles tienen periodos de hibernación-, le explicó Sergio y le sugirió despertarlo haciéndole un masajito.

-Ajá...- contestó incrédulo como si fuera más inverosímil creer en la profecía de la muerte y resurrección de ese bastoncito endeble postrado sobre la tierra que en esas historietas cibernéticas que actualizan cada día en la red:

Que lo recomiendan de separador entre la Biblia o de suela en el zapato. Que es el amuleto por excelencia de las personas de signo zodiacal tauro. Que si una joven se lo encuentra entre la maleza, se casa con el primero que se le aparezca.

Que si lo pone debajo de la almohada soñará con la persona amada y que una lluvia de tréboles de cuatro hojas a la salida de la boda es garantía de que el amor se conserve fresco hasta que los separe la muerte.

En lo que sí coinciden todas es en que un trébol de tres hojas fue la herramienta pedagógica de San Patricio durante su cruzada evangelizadora en Irlanda, para objetar la mitología celta y explicarles, a quienes aún les temían a los duendes y adoraban a las hadas, qué era la Santísima Trinidad y cómo funcionaba aquello del tres en uno.

Después del tercer día
Al final de la semana sonó el teléfono y esa misma voz del martes relató cómo fue la sublime ascensión del tallo verde en la mitad de la matera. Luego preguntó con ansiedad, "¿Qué hago? Ya me está naciendo otro trébol".

Una década antes, esta pareja se hizo la misma pregunta cuando creció el retoñito del germen importado que realizaría el sueño frustrado de todos los que alguna vez fueron niños y esculcaron entre un matorral hallando solamente los típicos de dos o cinco manitos.

Esa semilla de trébol de cuatro hojas sobrevoló el océano Atlántico y aterrizó en el aeropuerto de Rionegro cubierta en ese plástico de bombitas transparentes que todos explotan. La pareja le preparó una cena de bienvenida en su huerta y le estableció una dieta con un sustrato especial para el resto de su vida en la matera.

Al principio la idea de negocio comenzó a retumbar en la familia y amigos porque sonaba escandaloso dejar un trabajo estable por la incertidumbre de una cosecha de unas plantas locas.

Cuando se presentaron a un concurso de emprendimiento para formalizar el cuento, los asesores les recomendaron, "no perder más el tiempo con esa quijotada" pensando que solo tendrían su temporada alta en abril durante la víspera del día de la Tierra y del Árbol, y que sería imposible que una planta lenta, parecida a un cilantro, que tarda días en abrir, compitiera con la vertiginosa cultura del Ipod y del blackberry.

"¿Y ustedes van a vivir de las maticas?-, les preguntaban -¡Hagan algo serio!".

Las enciclopedias y los libros de agricultura urbana pusieron su granito de arena para el ensayo y las demás toneladas las donaron los campesinos rasos revelando los secretos de la luna, las mañas del sol y los tratos subrepticios entre las raíces y el agua.

La mayoría de las cosechas han tenido suerte pero, como en toda fábrica, no falta el imperfecto. Los tréboles que no salen de raza los discriminan y les hacen un seguimiento para erradicarlos del medio. Aún así, si la naturaleza se empecina y a la clientela le salen tréboles criollos de tres hojitas, la empresa ofrece garantía, envía un repuesto o hace la devolución del dinero.

Hasta 10 mil pesos pagan por los cotizados tréboles de cuatro hojas. Lo que sí advierten los sembradores es que no admiten reclamos en caso de mala racha. No los recomiendan para ir al casino ni para comprar el chance o la lotería, pero sí cuando la intención es que el destinatario nunca lo olvide.

"Nadie echa la suerte a la basura", dice Paula reiterando el valor ornamental y místico que tiene un trébol cuando se da de regalo.

"Detrás de este obsequio hay una energía diferente, porque quien lo entrega está dando un deseo de suerte y quien lo siembre se conecta con esa intención".
» Contexto
Sembrar valores con las plantas

"No regale basura, regale vida", es la consigna de esta pareja que fundó la huerta 'Planta tus sentimientos'. "Era más fácil y rentable montar un bar o una fábrica de ropa, pero queríamos proponer algo más vital", dice Sergio. Tanto Paula como educadora y Sergio como ingeniero, articularon su experiencia y dieron origen a productos naturales y creativos que sirven de obsequio o recordatorio y que, implícitamente y con lúdica, inculcan hábitos de constancia, paciencia y compromiso y transmiten un mensaje de responsabilidad con el medio ambiente. Con la acogida que ha tenido su huerta también han demostrado que las plantas no son solo para mujeres, y que para los hombres se convierten en un estímulo que despierta su sensibilidad.

www.elcolombiano.com/B

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