Así robó el Sol la atmósfera de Marte
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El Planeta Rojo, que una vez fue prometedor para la vida, podría estar condenado para siempre a una existencia fría y estéril
JOSÉ MANUEL NIEVES / MADRID
El Planeta Rojo está herido de muerte. Pero no es sangre lo que mana de sus heridas, sino su atmósfera, que se pierde irremediablemente, gota a gota, en la inmensidad del espacio. El culpable de este crimen es nuestro Sol, que utiliza su propia respiración, el viento solar, y sus radiaciones para robarle a Marte el aire. Por su culpa, ese mundo hermano de la Tierra, que una vez fue prometedor para la vida, podría estar condenado para siempre a una existencia fría y estéril.
La fisionomía de Marte no deja lugar a dudas. Antiguos lechos secos de lo que una vez fueron ríos caudalosos y la presencia de minerales que sólo se forman con el agua indican que el planeta tuvo, en algún momento, una atmósfera, y que su temperatura fue lo suficientemente cálida como para permitir la existencia de agua líquida sobre su hoy polvorienta y árida superficie. Sin embargo, algo hizo que lo que alguna vez fuera una densa y rica atmósfera se perdiera irremediablemente en el espacio.
Aparentemente, Marte lleva miles de millones de años siendo un planeta seco y frío, y con un envoltorio gaseoso tan tenue y delgado que cualquier resto de agua que pudiera haber el la superficie se evapora al instante al ritmo con que el Sol peina cada rincón de ese desdichado mundo con sus mortíferos rayos ultravioleta.
Unas condiciones que marcan, inevitablemente, el final del camino para cualquier forma de vida conocida. A pesar de todo, la esperanza es lo último que se pierde y entra dentro de lo posible que los últimos restos de la antigua vida marciana se oculten bajo la superficie, donde el agua aún puede existir en forma líquida y donde la letal radiación no puede llegar.
Azotes de viento solar
El principal sospechoso de este robo es el Sol, y el arma utilizada es el viento solar. Todos los planetas (sin excepción) de nuestro sistema son azotados regularmente por el viento solar, una auténtica e inagotable corriente de gases cargados eléctricamente que fluyen de forma contínua desde la superficie del Sol al espacio circundante.
Aquí, en la Tierra, un potente campo magnético sirve de escudo, protegiendo nuestra preciada atmósfera y haciendo que la mayor parte de los vientos solares se desvíen alrededor del planeta. Y es que las partículas cargadas con electricidade que componen los vientos solares, en su mayoría iones y electrones, tienen serias dificultades para cruzar los campos magnéticos.
"Marte no puede protegerse a sí mismo del viento solar porque ya no tiene escudo -afirma Bruce Jakosky, de la Universidad de Colorado -. El campo magnético del planeta está muerto". Jakosky es, además, el investigador principal de la misión MAVEN (Mars Atmosphere and Volatile Evolution Mission), que investigará hasta el mínimo detalle las causas de la desaparición de la atmósfera marciana.
Sin protección
Lo que sabemos por el momento es que el Planeta Rojo perdió su campo magnético durante su juventud, hace ya varios miles de millones de años. Y que una vez desaparecida esa protección, la atmósfera marciana quedó expuesta al viento solar que la ha ido barriendo, literalmente, hasta del último rincón del planeta.
Algunos "fósiles" del antiguo campo magnético aún sobreviven en las rocas más viejas y en zonas aisladas de la superficie marciana, aunque no proporcionan, ni mucho menos, la protección que lo que queda de atmósfera necesita.
Ahora bien, aunque el viento solar parece ser el arma principal usada para este robo, las emisiones solares pueden desvalijar la valiosa atmósfera de Marte de muchas otras formas. Por ejemplo, en combinación con la radiación ultravioleta, que tiene la propiedad de transformar los átomos de las capas superiores de la atmósfera en iones (partículas eléctricamente cargadas), que después son fácilmente barridas por los campos eléctricos del viento solar.
Y hay, además, otros sospechosos. Marte tiene sobre su polvorienta superficie más de veinte cráteres de impacto de cerca de 1.000 km de diámetro, cicatrices dejadas por asteroides del tamaño de pequeñas lunas. Este auténtico bombardeo podría haber expulsado grandes cantidades de atmósfera marciana al espacio exterior.
Una acción, sin embargo, que debería haber sido anulada en parte por la erupción de enormes volcanes (como el monte Olimpo) que habrían inyectado a la atmósfera herida una gran cantidad de gases procedentes del interior del planeta.
Otros culpables
Es incluso posible, opinan los científicos, que el secuestro del aire marciano tenga más de un culpable, y que a él haya contribuido tanto el viento solar como los impactos de grandes meteoritos. En esas condiciones y sin su campo magnético, cualquier cantidad de gases extra que pudieran haber aportado los volcanes habría sido igualmente barrida por el implacable viento solar.
Así, a medida que la atmósfera adelgazaba, el planeta se fue secando sin remedio, ya que todo el vapor de agua atmosférico también se fue perdiendo en el espacio en lugar de volver a regar, como sucede en la Tierra, la superficie del planeta. El agua que quedaba, se evaporó al desaparecer la atmósfera y bajar las temperaturas.
Muy pronto, la misión MAVEN, que se lanzará entre el 18 de noviembre y el 7 de diciembre de 2013, podrá decirnos, midiendo la proporción de isótopos de hidrógeno, cuál fue aproximadamente la cantidad de agua que se perdió de esa forma, así como la cantidad de atmósfera que se ha ido perdiendo en el espacio desde el lejano día en que Marte perdió su campo magnético.
Entonces, y sólo entonces, sabremos a ciencia cierta si las sospechas de los investigadores son acertadas y si el principal sospechoso de este crimen planetario es, efectivamente, culpable de las acusaciones que pesan sobre él.
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