J.D. Encinas Profecías de Balaán
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El pueblo de Israel siguió adelante y acamparon en la estepa de Moab, al otro lado del Jordán, frente de Jericó. Balac, hijo de Sipor, vio cómo había tratado Israel a los amorreos, y Moab tuvo miedo de aquel pueblo tan numeroso; Moab tembló ante los israelitas, y dijo a los sanadores de Madián: - Esa horda va a pacentarse en nuestra comarca como un buey que pace la hierba de la pradera -.
Balac, hijo de Sipor, era entonces rey de Moab. Y envió mensajeros a Balaán, hijo de Beor, que habitaba en Petor, junto al Éufrates, en tierra de amonitas, para que lo llamaran, diciéndole: - Ha salido de Egipto un pueblo que cubre la superficie de la tierra, y se ha establecido frente a nosotros -. Ven por favor, a maldecirme a ese pueblo, que me excede en número, a ver si logro derrotarlo y expulsarlo de la región. Pues sé que el que tú bendices queda bendecido y el que tu maldices queda maldecido.
Los senadores de Moab y de Madián fueron con el precio del conjuro a donde estaba Balaán y le transmitieron el mensaje de Balac. El les dijo: - Dormid esta noche aquí y os comunicaré lo que el Señor me diga. Los jefes de Moab se quedaron con Balaán.
Dios vino a ver a Balaán y le pregunto: "Quiénes con ésos que están contigo?" Contestó Balaán: Me los ha enviado Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, con este mensaje: - Un pueblo a salido de Egipto que cubre la superficie de la tierra; ven pronto a maldecírmelos, a ver si logro pelear con ellos y expulsarlos.
Dios dijo a Balaán: "No irás con ellos ni maldecirás a ese pueblo, que es bendito".
Balaán se levantó a la mañana siguiente y dijo a los ministros de Balac: - Volved a vuestra tierra, pues el Señor no me deja ir con vosotros -.
Los jefes de Moab se levantaron, y llegados a casa de Balac, le dijeron: - Balaán se ha negado a venir con nosotros -.
Pero Balac despachó otros jefes más numerosos e importantes que los anteriores, los cuales llegaron donde estaba Balaán y le dijeron: Así dice Balac, hijo de Sipor: No rehúses venir a verme, pues te haré muy rico y haré todo lo que me digas. Ven, por favor, a maldecirme a este pueblo.
Balaán respondió a los ministros de Balac: - Aunque me diera su palacio lleno de oro y plata, yo no podría quebrantar el mandato del Señor, mi Dios, ni poco ni mucho. Por tanto, quedaos aquí esta noche, hasta que sepa lo que me dice el Señor esta vez -.
Dios vino de noche donde estaba Balaán y le dijo: "Ya que esos hombres han venido a llamarte, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga".
Balaán se levantó de mañana, aparejó la borrica y se fue con los jefes de Moab. Al verlo ir, se encendió la ira de Yavé, y el ángel de Dios se plantó en el camino haciéndole frente. Él iba montado en la borrica, acompañando de dos criados. La borrica, al ver al ángel del Señor plantado en el camino, con la espada desenvainada en la mano, se desvió del camino y tiró por el campo. Pero Balaán le dio de palos para volverla al camino.
El ángel se colocó en un paso estrecho, entre viñas, con dos cercas a ambos lados. La borrica al verlo, se arrimó a la cerca, pillándole la pierna a Balaán contra la tapia. Él la volvió a golpear.
El ángel se adelantó y se colocó en un paso angosto, que no permitía desviarse ni a derecha ni a izquierda. Al ver la borrica al ángel, se tumbó debajo de Balaán. Él, enfurecido, se puso a golpearla. Dios abrió la boca de la borrica y ésta dijo a Balaán: ¿qué te he hecho para que me apalees por tercera vez? Contestó Balaán: No te burle de mí. Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría. Dijo la borrica: ¿No soy yo tu borrica, en la que montas desde hace tiempo? ¿Me solía portar así contigo? Contestó él: No. Entonces el Señor abrió los ojos a Balaán, y éste vio al ángel del Señor plantado en el camino con la espada en la mano, e inclinándose se postró rostro en tierra.
El ángel del Señor le dijo: ¿Por qué golpeas a tu burra por tercera vez? Yo he salido a hacerte frente, porque sigues por mal camino. La borrica me vio y se apartó tres veces. Si no se hubiera apartado, ya te habría matado yo a ti, dejándola viva a ella.
Balaán contestó al ángel: - He pecado, porque no sabía que estabas en el camino, frente a mi. Pero ahora, si te parece mal mi viaje, me vuelvo a casa -. El ángel respondió a Balaán: - Vete con esos hombres; pero dirás únicamente lo que yo te diga. Y Balaán prosiguió con los ministros de Balac.
Cuando Balac oyó que se acercaba Balaán, salió a recibirlo a Ciudad Moab, en la frontera del Arnón, límite de su territorio. Y le dijo: Yo te mandé llamar. ¿por qué no querías venir? ¿No puedo yo hacerte rico? Respondió Balaán: - Acabo de llegar a tu casa; pero, ¿que puedo decir yo? Pronunciaré sólo la palabra que el Señor me ponga en la boca.
Balaán prosiguió con Balac hasta llegar a Ciudad Jusot. Allí Balac hizo matar vacas y ovejas, y ofreció la carne a Balaán y a los jefes que lo acompañaban. A la mañana siguiente Balac tomó a Balaán y subió con él a Monte Baal, desde donde se distinguían las posiciones extremas del pueblo.
Balaán dijo a Balac: - Haz que me construyan aquí siete altares y que me preparen siete novillos y siete carneros.
Balac hizo lo que le pedía Balaán, y juntos ofrecieron una vaca y un carnero en cada altar. Después Balaán dijo a Balac: - Quédate junto a tu holocausto mientras yo voy a ver si el Señor me sale al encuentro. Lo que Él me manifieste, te lo comunicaré.
Se fue a una altura pelada. Dios salió al encuentro de Balaán, y éste le dijo: - He preparado los siete altares y he ofrecido un novillo y un carnero en cada uno -.
Dios puso su palabra en boca de Balaán y le encargó: "Vuelve a Balac y dile esto".
Él volvió y lo encontró de pie junto al holocausto, con todos los jefes de Moab. Entonces recitó sus versos:
De Siria me ha traído Balac,
de los monte de oriente el rey de Moab:
Ven maldíceme a Jacob, ven y fulmina a Israel.
¿Puedo maldecir a quien no maldice Dios,
puedo fulminar a quien no fulmina el Señor?
Desde la cima roqueña los veo,
desde la altura los contemplo:
Es un pueblo que habita apartado
y no se cuenta entre las naciones.
¿Quién podrá medir el polvo de Jacob,
quién podrá contar la arena de Israel?
Que mi suerte se la de los justos,
que mi fin sea como el suyo.
Balac dijo a Balaán: ¿Que me estas diciendo? Te he traído para maldecir a mi enemigo, y te pones a bendecirlo. Respondió: - Yo tengo que decir lo que el Señor me pone en la boca.
Balac le dijo: Anda, ven conmigo a otro sitio que te enseñaré, desde donde verás un extremo y no todo el pueblo. Maldícemelo allí.
Lo llevó al Campo Pelado, en el monte Fasga. Él levantó siete altares y ofreció un novillo y un carnero en cada uno, y dijo a Balac: Quédate aquí, junto a tu holocausto, que yo tengo una cita allá.
El Señor salió al encuentro de Balaán, le puso en la boca unas palabras y le ordenó: "Vuelve donde está Balac y dile esto".
Volvió y lo encontró de pie junto a los holocaustos, con los jefes de Moab. Balac le preguntó: ¿Que te dice el Señor? Él recitó sus versos:
Levántate, Balac, escúchame; dame oído, hijo de Sipor:
Dios no miente como hombre si se arrepiente a lo humano.
¿Puede decir y no hacer, puede prometer y no cumplir?
He recibido una bendición y no puedo dejar de bendecir.
No descubre maldad en Jacob ni encuentra crimen en Israel;
el tiempo dirá a Jacob y a Israel lo que ha hecho Dios.
El pueblo se alza como una leona, se yergue como león,
no se tumbará hasta devorar la presa
y beber la sangre de la matanza.
Balac dijo a Balaán: - Si no lo maldices, al menos no lo bendigas. Balaán le respondió: Ta te lo dije; Haré lo que me diga el Señor.
(Las tradiciones sobres el desierto conservaron este relato que, releído durante el destierro de Babilonia o en otros momentos críticos de la vida de Israel, da esperanza y aviva la fe del pueblo. El rey de Moab, viendo el avance de Israel, siente temor y llama a Balaán, un personaje respetado y famoso que vive lejos de Moab. Según el texto, se trata de un hombre de Dios que, de acuerdo con las creencias de aquel entonces, tendría la capacidad suficiente de maldecir o de bendecir. Lo llamativo del pasaje es que, a pesar de tratarse de un , su borrica resulta tener más capacidad de visión que él. El relato se construye sobre una especie de fábula que sirve para ilustrar el discernimiento que un personaje como Balaán tiene que realizar, para saber exactamente al servicio de que dios está. Los repetidos intentos de Balac por arrancar a Balaán la maldición para Israel, indican el grado de conciencia que de sí mismo ha ido desarrollando el pueblo israelita entre los demás pueblos. Esto es un punto de apoyo en los momentos históricos difíciles, cuando tanto la fe como la identidad judía estuvieron a punto de perderse.
La escuela teológico-literaria sacerdotal, aprovecha estas tradiciones reelaborándolas y actualizándolas a la época del destierro de Babilonia, para animar la esperanza y hacer ver que a pesar del poderío de los enemigos de Israel y sus intenciones de hacerlos desaparecer, el poder de Yavé, que se comprometió con Israel mediante una Alianza, no les fallará. Israel tiene que aprender a ser obediente, a no anteponer su voluntad y su capricho a los designios divinos, pues a causa de sus desobediencias le ha ido mal y ha debido ser castigado muchas veces).
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