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LAS DIEZ CLAVES DE LA SALUD ESPIRITUAL ALFONSO LEÓN

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Las personas fuertes espiritualmente, que están en armonía con lo divino, suelen tener características bien definidas. Estas características suelen contraponerse a lo que la sociedad espera de un individuo. Por eso muchas personas sanas espiritualmente pierden el rumbo. A continuación, describimos los rasgos que caracterizan a quienes han alcanzado el estado de salud espiritual.
1.- Desapego material


Los seres sanos de espíritu no están aferrados a sus pertenencias materiales. Porque no las necesitan para ser quienes son, ni para acceder a una vida distinta gracias a ellas. Simplemente, utilizan cuanto necesitan para vivir, y pueden llegar a prescindir de todo, sin que esto signifique ningún trastorno en sus vidas. Curiosamente esta actitud les permite atraer abundancia.
2.- Desapego emocional

El verdadero amor implica que los seres que se aman sean totalmente libres; por este motivo, alguien sano de espíritu no está apegado a sus seres queridos. No desean aferrarlos, controlarlos, ni considerarlos una adquisición. El amor que sienten no es posesivo, celoso ni desconfiado; por el contrario, es absolutamente generoso, respetuoso y libre. Quien alcanza un estado de iluminación no depende de otras personas para vivir, porque tiene una vida interior lo suficientemente rica como para valerse por sí mismo.
3.- Espontaneidad

La sencillez y la espontaneidad manifiesta en todos los actos de la vida es sinónimo de salud interna. Por lo tanto, posibilita actuar apelando a una certera y aguda intuición; este sexto sentido a flor de piel, tan propio de los seres iluminados, se manifiesta sin esfuerzo, sin necesidad de recurrir a complejos procesos mentales.
4.- Aceptación de lo “diferente”

Alguien de espíritu fuerte no intenta convencer a nadie de sus creencias. No adoctrina, no indica a nadie lo que debe hacer, cómo debe actuar o pensar. Respetan los tiempos y las convicciones de los demás. No son fanáticos, dogmáticos ni autoritarios. Considera que no existe una sola manera de concebir la vida, sino que existen tantas formas como personas hay en la Tierra; y que la misión de cada una de ellas es descubrir cuál es la suya propia.
5.- Coherencia de pensamiento, sentimiento y acto

Todos los seres humanos solemos enfermarnos, psíquica o físicamente; pero la salud espiritual responde a una perfecta coherencia entre pensamientos, sentimientos y actos sanos. Esto no implica reprimir los pensamientos o sentimientos dañinos, sino vivir de tal modo que éstos no tengan lugar.
6.- Un ego “débil “(Ausencia de la importancia personal)

Los seres espirituales no necesitan títulos, honores ni reconocimiento público. No hacen alarde de sus buenos actos, simplemente predican con el ejemplo. Además, no incentivan el culto hacia su persona, convencidos de que lo único trascendente es el espíritu que poseen y no la forma corporal que temporalmente encarnan.
7.- Pureza

Para alcanzar la pureza de espíritu, hay que comenzar por la del cuerpo. La sana alimentación, la higiene, el ejercicio, la correcta respiración y, también una limpieza de las emociones negativas son esenciales para la vida interior.
8.- Concentración y observación

Para los seres espirituales no existen las metas imposibles. No están aferrados a las dificultades, sólo son capaces de ver las soluciones. La concentración y la profunda observación del mundo circundante es la clave para alcanzar esta condición. El espíritu permite entender y comprender todo. El ser iluminado privilegia la búsqueda de la verdad y el conocimiento, por eso no se aferra a conceptos establecidos; investiga y comprueba todo por sí mismo.
9.- Capacidades extra sensoriales

El dominio total de las capacidades físicas, emocionales y mentales, como se ha dicho, es condición de la iluminación. El tercer ojo, la capacidad de adelantarse al futuro o comunicarse con la mente, fluyen sin ningún esfuerzo en los iluminados. No deben esforzarse por despertarlos, simplemente los dominan como consecuencia de saberse y comportarse como seres espirituales.
10.- Felicidad

Un espíritu sano genera un estado de profunda felicidad. Pero no se trata de una dicha pasajera, de un bienestar atado a las pasiones ni a los logros materiales. Se trata de un estado permanente, profundo e inmutable, aquel que conecta al hombre con la divinidad.

http://alfonsoleon.com/

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