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Adriana Silva, la yogui de los soldados

Published by Buscador under on 14:14

Ella se ha convertido en hada madrina de un grupo de soldados víctimas de las minas antipersona. La yogui, y amiga personal del famoso médico hindú Deepak Chopra, les enseña a controlar el dolor a través de la meditación.
Una llamada desde Kansas en 1970 de su novio de entonces, Juan Manuel Santos, fue la que convenció a Adriana Silva de practicar yoga . “Él me llamó un día y me dijo: ‘Adri, si tú llegas a conocer a alguien que haga meditación, dile que te enseñe. Yo ya empecé y es maravilloso’”. Ella, quien en ese momento tenía 16 años, siguió el consejo y empezó a alternar sus estudios de Enfermería en la Universidad Javeriana, en Bogotá, con las clases de yoga que le dictaban una pareja de canadienses que llegaron al país para enseñar la técnica.


Por esos días, su padre le regaló el libro Yoga para todos, de la rusa Indra Devi, la mujer que ha sido su guía espiritual durante los últimos cuarenta años y a quien conoció, años después, por intermedio del vicepresidente Francisco Santos. “Un día cualquiera, sonó el timbre de mi casa en Bogotá y, al abrir la puerta, vi a Pacho Santos y a Indra. No lo podía creer, ella siempre había sido mi ídolo. Indra pasó una temporada en nuestra casa y cuando se iba a ir me pidió que le regalara unos zapatos que tenía sin estrenar. Se los puso y me dijo: ‘Desde este momento yo camino en tus zapatos y tú caminarás en los míos’. Una frase que, para mí, resultó muy profética”, cuenta Adriana.

A los 21 años, al terminar su carrera, se casó con Robert Acosta, el único Lama suramericano y uno de los principales promotores del budismo en Colombia, y se fue a vivir a San Francisco, California, donde se conectó con tradiciones y culturas como la tibetana. En 1995, fue escogida por el famoso médico y escritor hindú Deepak Chopra, para dirigir los ejercicios de yoga en su concurrido centro de bienestar en San Diego, California. Allí meditó con Elizabeth Taylor, Demi Moore, Melanie Griffith, Michael Jackson, George Harrison, y otras celebridades del séptimo arte.

“Chopra es un hombre fantástico, un genio que me enseñó a traer la filosofía de Oriente a Occidente de una forma muy pragmática”. Él basa su sistema de curación en la medicina ayurvédica, que se originó en India hace más de cuatro mil años y que en sánscrito significa “la ciencia de la vida”. Esta medicina hace referencia a una visión integral del ser humano, donde el cuerpo y la mente están estrechamente relacionados y se influencian mutuamente.

Pero Adriana dice hoy que sus verdaderos maestros han sido los 45 soldados, víctimas de la violencia y de las minas antipersona, a quienes desde hace tres meses les dicta una clase semanal, de tres horas, en la que enseña técnicas de relajación, meditación, sanación y terapia corporal. “Compartir tiempo con estos héroes de la patria me ha cambiado mi vida. A pesar del sufrimiento y del dolor, ellos siempre tienen una sonrisa para mí. Esto es algo que sólo puedo comparar con el descenso del Espíritu Santo”, dice Silva, a quien se le hace un nudo en la garganta al hablar del tema. “Cuando se recrudeció la guerra en este país, yo empecé a ver que estos hombres eran los que recibían en carne propia toda la agresividad, y eso me enterneció muchísimo. Sentí que mi deber era hacer algo por ellos”, cuenta la nieta del general de la República, José Miguel Silva.

El soldado Lizardo Gómez, de 21 años, quien perdió las dos piernas hace tres meses al pisar una mina en Corinto, Cauca, dice que las clases con la reconocida yogui bogotana le han ayudado a conciliar el sueño, a controlar el dolor y a olvidar un poco las penas. “Cuando uno habla con la ‘profe’ siente una paz y una tranquilidad especial. Además, hace unos masajes buenísimos”.

Lo mismo piensa Jaime Guzmán, quien el 13 de marzo del 2010 quedó invidente y con el hombro izquierdo desarticulado, por culpa de otra mina antipersona. “Le doy gracias a Dios por la oportunidad que nos dio a mí y a mis compañeros de seguir vivos y de conocer a la doctora Silva, que se preocupa por nosotros y nos anima a salir adelante. Conozco muchas personas que tienen su cuerpo completo y aun así no están contentas. Yo vivo feliz. La vida sigue, y ahora quiero estudiar Ingeniería de Sistemas”, cuenta Guzmán, mientras su lazarillo –el soldado René Sarmiento Martínez– le paladea el refrigerio.

Testimonios como estos, le dan a Adriana Silva la fuerza para seguir tocando puertas y buscar los recursos que necesita para construir un aula grande en donde los soldados amputados e invidentes tengan su propio espacio y cuenten con todas las comodidades. Los soldados le ayudan a rezar para que algún ‘santo’ le haga el milagrito.

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