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Leer el tarot de Marsella: la ciencia de lo circunstancial Enrique Enriquez

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Una ’patafísica elucubración sobre la ’patafísica del tarot de Marsella

El interés del poeta André Bretón en el tarot de Marsella estuvo a la par de su interés en la obra de Jean-Pierre Brisset. Brisset dedicó su obra completa a demostrar cómo el hombre descendía de las ranas. Más allá de su memorable postulado, lo que hace fascinante el trabajo de Brisset es que toda su evidencia fue... ¡lingüística! Tomemos por ejemplo esta oración de su libro ‘La ciencia de Dios, o la creación del hombre’, publicado en 1900:



“Jʼai un lʼeau, je mans (Yo tengo el agua, yo como), que deviene en jʼai un logement (Yo tengo una casa), nos muestra que la primera casa fue en el agua y que la gente comía allí.”


En sus escritos, Brisset asume que la conexión formal entre las palabras -francesas- que se usan para nombrar dos cosas aparentemente distantes (el hombre y... bueno, las ranas) como prueba objetiva de su conexión científica. ¡No el vano Brisset es considerado un santo ’patafísico! Sus devaneos lingüísticos son de interés para nosotros porque sus juegos de palabras se acercan a lo que los franceses definen como ʻla langue des oiseauxʼ, un juego basado primordialmente en homofonías, en el cual la duplicidad en el sonido -o forma- de las palabras se usa para resaltar dobles sentidos, y también, conexiones inusitadas que pueden ser tanto risibles como inspiradoras. Sobre todo, la conexión de Brisset con la ’patafísica es significativa para nosotros, en tanto que la ’patafísica nos permite ubicar al tarot de Marsella dentro del contexto de una tradición poética, tanto desde un punto de vista cronológico, como operativo.


La ’patafísica se ha definido como “la ciencia de las excepciones” (imaginamos que esto fue una excepción). Nos resulta sugerente pensar que la tradición marsellesa ha utilizado siempre al tarot dentro de un contexto ’patafísico; incluso si (o precisamente porque) lo ha hecho inconscientemente. Quizás será más sobrio decir que la tradición del tarot de Marsella pertenece, inconscientemente, a una tradición poética que emerge de la ’patafísica de Alfred Jarry e informó, directa o indirectamente, a grupos como Dadá, los Surrealistas o Oulipo, entre otros.


El restaurador de tarots Jean-Claude Flornoy sospecha que hubo una etapa visual de la langue des oiseaux (la lengua de los pájaros) que puede haber precedido a la etapa visual que se conoce actualmente. Los autores contemporáneos especializados en el tema, como Luc Bigé o Yves Monin, se enfocan exclusivamente en la palabra. Sin embargo, ese tipo de juegos de palabras recuerdan la idea de encontrar conexiones visuales entre los detalles de las cartas del tarot que es típica (se diría que exclusiva) de la tradición del tarot de Marsella: “El arcano número Trece muestra al esqueleto de El Loco”, “la pared tras los mellizos en El Sol esconde la tumba que vemos el El Juicio”, etcétera. Las conexiones circunstanciales sugeridas por esas homofonías visuales son tomadas como prueba concluyente de que algún conocimiento oculto pervive en las imágenes. Como resultado directo de esto tenemos la máxima deliciosamente masturbatoria -y funamentalmente patafísica- que reza: “debe haber un secreto allí, puesto que no lo conocemos”. Esta tesis, que pertenece a lo que podríamos llamar el folclore del tarot de Marsella -una subdivisión dentro de su historia general- ha sido propagada por autores como Tchalai Unger y Philippe Camoin, ambos activos en el siglo 20, el siglo de los ’patafísicos.


El folclore del tarot de Marsella hilvana una serie de pequeñas conexiones circunstanciales como: “La Justicia lleva al rededor del cuello la soga con que colgar a El Colgado”. (Este es un ejemplo verdaderamente excepcional, puesto que dicha soga no se observa en ningún otro tarot, e incluso en el de Marsella parece más bien la orla de una toga). Puesto que esas coincidencias no amontan a un sistema o diseño coherente o cohesivo, se insertan perfectamente dentro de una “ciencia de las excepciones”. Sin embargo, todas esas conexiones visuales se toman como prueba objetiva de las intenciones de quienes grabaron las imágenes. Si bien la lectura de todos esos detalles como un cuerpo de conocimiento oculto (y bastante contrahecho) no ofrece ninguna ventaja a nuestra comprensión histórica o iconográfica del tarot de Marsella (a menos claro que veamos el folclore como parte de esa historia), sí constituye una mina de poesía ’patafísica. Se dice que “las obras que se insertan dentro de la tradición ’patafísica tienden a enfocarse en el proceso de su propia creación, y los elementos del azar o escogencias arbitrarias son usualmente clave en esos procesos”. Tal como los miembros de Oulipo se hicieron notorios por imponerse límites caprichosos en su trabajo, quien quiera que lea el tarot de Marsella acepta la tarea de crear una narrativa coherente mientras está sujeto al azar y las probabilidades matemáticas. (En beneficio de lo circunstancial hay que decir que Italo Calvino, cuyo ‘El Castillo de los destinos cruzados’ fue compuesto bajo las limitaciones implícitas en usar un mazo de tarots, extendido en una mesa, en una configuración definitiva, fue en su momento considerado un miembro de Oulipo).


Puesto que la poética del tarot es la poética del azar, y puesto que el proceso seguido por Calvino resulta más memorable que sus resultados (tal como ocurre con toda lectura del tarot que no tenga un sentido moralizante), proponemos a Calvino para el Olimpo de la literatura ’patafísica. Acto seguido, nos gustaría contradecir a Alejandro Jodorowsky, que ha definido al tarot como una “máquina metafísica”, y redefinirlo como una “máquina ’patafísica”, porque el tarot no pude usarse para entender lo que es real, sino para entender cómo lo que no es real puede realizarse. En su libro ''Pataphysics, the Poetics of an imaginary science', el poeta Christian Bök escribe: “para la ’patafísica, toda ciencia lo suficientemente arcaica debe parecer mágica”. Al tornar a cualquiera que lo use en ’patafísico, el tarot de Marsella se convierte en una herramienta de una obsolescencia inigualada a la hora de enfrentar el futuro. Si Alfred Jarry, el padre de la ’patafísica, la definió como “la ciencia de las soluciones imaginarias”, nosotros podemos afirmar sin titubeos que dicha definición describe perfectamente al acto de escoger el curso de la vida basado en una tirada de cartas.




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