Cómo liberarse de las energías negativas
Published by Buscador under ENERGÍA on 14:22
Captar energías negativas no es privilegio de nadie, el propio día a día en que contactamos con numerosas personas, es ciertamente una fuente de esos indeseables “regalos”. Veamos algunas indicaciones de cómo liberarse de esas energías y cargarse con vibraciones positivas y saludables. El agua es un elemento misterioso que tiene cualidades de absorción de energías negativas que no pueden ser cuestionadas.
Su acción no se limita a limpiar en el sentido material, sino que tiende a purificar el nivel etérico y psíquico.
El agua es el vehículo de purificación por antonomasia.
San Francisco de Asís, con una no habitual abundancia de adjetivos en el Cántico de las criaturas loa al Señor “por nuestra hermana agua, útil y humilde, preciosa y casta”.
San Francisco llama al agua de hermana con afectuoso calificativo, pues ella deriva del Padre común a todas las cosas. Sus utilidades son exaltadas en su preciosa función purificadora que hace que a él le parezca humilde, permaneciendo al mismo tiempo casta.
De hecho, después de haber liberado las cosas de sus impurezas, el agua vuelve a ser aquello que era. La sacralidad del agua en este sentido es un fenómeno que todavía no ha sido suficientemente destacado.
El agua influye sobre el cuerpo etérico. Por eso, se comprueba que el baño actúa sobre el sistema nervioso, elimina las escorias etéricas y se obtiene así un efecto de distensión. Las cualidades del agua son también de naturaleza específica, aunque no se conozca por completo cómo funciona este misterioso elemento.
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Tiene, además, cualidades eléctricas de un valor específico, que van más allá de su composición química.
El agua es la amiga que nos ayuda a liberarnos, no solamente de las escorias físicas, sino de las que deben ser eliminadas para dar lugar a fuerzas nuevas y saludables.
Está probado que el agua absorbe los fluídos negativos que se encuentran en un determinado ambiente.
La prueba de eso fue obtenida regando plantas y flores con agua que había quedado anteriormente en una taza que se colocó en un ambiente donde se ejecutaban experiencias de carácter parapsicológico.
Había en aquella ocasión las condiciones más adecuadas para poner en movimiento fuerzas de diversos tipos y carácter desconocido.
Se verificó que el agua actuaba como absorbente de energías, y no exactamente de las mejores pues, a continuación, se mostró nociva para las plantas que fueron regadas con ellas; las hojas amarillearon y se secaron las flores.
La experiencia se repitió en otra oportunidad, con los mismos resultados. Por esa razón, hay personas que tienen el hábito de mantener constantemente en el ambiente donde trabaja y más donde duermen, un vaso de agua, que sirve así como absorbente de energías negativas.
El agua, además, encuentra en sí misma la capacidad de liberarse de aquello que captó, si la ponemos en movimiento; corriendo, ella opera la propia regeneración. El agua estancada se carga de negatividad, se corrompe y es nociva, exactamente por no tener la posibilidad de regenerarse.
Magnetizar es cargar algo con la propia radiación. Teniendo en cuenta que, con diferencia a los animales, el magnetismo en el hombre es potencializado por las propias energías anímicas y espirituales, dispone de una fuerza que, si es bien evaluada y aprovechada, explica lo que santos y sabios consiguieron hacer.
Para magnetizar el agua tomemos un vaso lleno con la mano izquierda y ponemos dentro los primeros tres dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio), concentrando el pensamiento en el amor, la sabiduría y la verdad. Impregnemos el agua con esos pensamientos. A continuación, se bendice haciendo sobre ella la señal de la cruz, en nombre de Jesús.
Entonces bebemos el agua, pensando que va a disolver y anular toda y cualquier escoria negativa que esté en nuestro interior.
Para bendecir el agua u otros objetos, basta una simple fórmula; la condición es que esta sea pronunciada con verdadera fe y en la más profunda concentración: “En nombre del Poder del Padre, del Amor del Hijo y la Sabiduría del Espíritu Santo + te bendigo.” A continuación, usaremos el agua de la forma que deseemos: para beber, para lavar, para el baño, purificar cosas y ambientes, etc.
El poder del agua, en tal caso, es grande. El baño, considerado no sólo como limpieza física, sino como purificación del etérico, es muy saludable.
Si colocamos en el agua un poco de sal, el efecto es mayor. La sal es un elemento muy importante que recibe y retiene el magnetismo etérico, más que cualquier otra cosa. Hay personas que cargan siempre consigo una pizca de sal; otras que acostumbran esparcirla por la casa, en los rincones, en los cristales o disuelta en el agua. El agua es el símbolo de la esfera psíquica, como la sal es el emblema de la esfera de la tierra.
Todas las substancias cristalinas reciben y retienen el magnetismo mejor que cualquier otra cosa, incluso absorben los aspectos negativos. Un baño de inmersión es mejor que una ducha, porque la purificación es más completa.
Bendigamos el agua y la sal y la esparcimos en cualquier parte que necesite purificación, así como para hacer la señal de la cruz en la cabeza o partes doloridas del cuerpo. Fórmulas especiales carecen de utilidad, lo que importa es la fe con que hacemos estas cosas.
La forma más simple de descargar las energías negativas, que se acumulan naturalmente en cada uno de nosotros con cualquier contacto que hacemos en la vida cotidiana, es la practicada aunque inconscientemente: lavándose.
Con el simple acto de hundir las manos en el agua, nos sentimos liberados de tensiones. El baño es un poderoso equilibrador del sistema nervioso. Por eso, después de un baño, nos sentimos realmente vigorizados.
Pero es posible descargar energías negativas de otra manera: con animales y plantas. Para ello, se prepara la mente de forma que descanse en un ambiente tranquilo.
El animal absorbe de nosotros los elementos de agitación y enfermedad; por eso, es útil tener siempre cerca animales domésticos jóvenes, sanos y fuertes, pero no animales presos en jaulas o privados de libertad.
Los animales libres, tratados con cariño, absorben de nosotros los elementos que estamos descartando continuamente; esos elementos, a falta de animales en las cercanías, pueden ser captados por nosotros, lo que sería perjudicial.
Los elementos aspirados de esa forma por los animales no provocan ningún tipo de daño en ellos.
A su vez, los animales lo descargan en las plantas, realizándose así un circuito completo: hombre, animal y planta.
En la naturaleza, el hombre puede realizar su vida en plenitud, según las leyes que rigen el mundo. Pero él, al contrario, prefirió construir para sí una civilización sofisticada de sucedáneos y artificios, olvidándose de la naturaleza. Los bosques y las aguas son para él fuentes desconocidas de salud , donde se puede descargar toda la escoria que acumula. A veces, basta caminar sobre la hierba, abrazar los árboles, tocar las hojas y las flores o prácticar cualquier tarea de jardinería para liberarse de aquello que intoxica.
Las energías negativas, los elementos de enfermedades que se acumulan normalmente al contacto con los ambientes malsanos y las personas, pueden ser descargados y dispersos sobre la tierra, siendo fácilmente embebidos por las plantas al simple contacto con la naturaleza: la vegetación y el agua se carga con las miasmas que absorben, porque tienen la capacidad de regeneración.
Los fluídos negativos del hombre egoísta y materialista pueden ser neutralizados y descargados. La radiación benéfica, que es la emanación más elevada del hombre espiritual, puede anular gradualmente los fluídos negativos que fueron atraídos.
Los sentimientos elevados y nobles, el espíritu sereno y armonioso, son luz que general fluídos que apartan influencias y espíritus inferiores, atrayendo entidades elevadas que ayudan a la obra sagrada.
Descargarse del mal irradiando el bien; no hay fórmula mejor que esta. No hay necesidad de luchar: la luz no lucha para ahuyentar la oscuridad; ésta desaparece cuando la luz llega. Irradiar pensamientos de bondad sobre todos y en todas partes ayuda a formar en torno nuestro un aura de luz que, actuando como una poderosa coraza, nos hace invulnerables.
Es preciso recordar: la única y verdadera protección es el bien. Eso vale para defenderse y también liberarse de influencias negativas.
Hay un método al alcance de todos para la carga diaria de energías positivas. Acostumbra ser practicado por quien comprobó su enorme eficacia práctica con resultados positivos.
Por la mañana, se eleva el pensamiento a la Fuente de la vida y decimos mentalmente:
“De lo alto desciende la virtud que me ayuda.”
Entonces, con las manos abiertas, levantadas en forma de copa, giradas las palmas de las manos hacia lo alto como recogiendo energías que solamente pueden venir de arriba, se establece contacto con la Fuente Infinita. Manteniéndolas elevadas durante algunos minutos, sin ningún otro ritual, con el pensamiento concentrado, decimos lentamente:
“Elevo mis antenas y recojo las energías purísimas que desciende del cosmo infinito.”
Las palabras, pronunciadas, encadenadas a un ritmo y traspasando su significado literal, serán reforzadas por la visualización de energías luminosas que descienden y penetran en nosotros.
Ellas entran en cada átomo de nuestro cuerpo, vitalizando, renovando todo el organismo físico y psíquico, recorriéndonos desde la cabeza a los pies. Esta visualización se vuelve extraordinariamente energética y, cuando es hecha con profunda convicción, provoca una sensación de bienestar y alivio.
Manteniendo las manos levantadas, después de algunos minutos, un calor en las palmas de las manos comienza a ser notado. Si el ejercicio lo hacemos cada día, el calor será percibido en el plexo solar: será una sensación de vigor y gran bienestar, indicando que la carga de energía está completa.
Esta puede considerarse perfectamente realizada cuando estas energías alcanzan la parte espiritual con la oración, que da verdadera fuerza. Entonces, el bien será irradiado para nuestros semejantes.
Todo eso no requiere un tiempo específico; bastan pocos minutos cada mañana. No es mucho en relación a las veinticuatro horas del día, pero es suficiente si con eso es posible renovar las propias energías y captar otras.
En el camino hacia la Tierra Prometida, los judíos tuvieron que enfrentarse a los amalecitas. En el transcurso de la batalla Moisés mantuvo los brazos elevados hacia el cielo, en oración. Los soldados judíos, en ese momento tenían supremacía.
Si, por el cansancio, Moisés los bajaba, los soldados judíos retrocedían.
Percatándose de esto, dos hombres quedaron al lado de Moisés, manteniendo sus brazos. Fue así que los judíos vencieron al pueblo amalecita.
Esta narración simbólica de la Biblia merece una meditación.
Otra forma de cargarse con nuevas energías, experimentada con efectos positivos, es la siguiente: Cada árbol es una reserva de fuerzas emanadas de la tierra y del sol y es posible recurrir a esas fuerzas. Se escoge un árbol grande.
Apoyamos en él la espalda y coloquemos la palma de la mano izquierda en el tronco del árbol, rodeándolo; al mismo tiempo, colocamos la palma de la mano derecha sobre el plexo solar. Nos concentramos en el árbol, pidiéndole nos ceda parte de sus fuerzas, comprobando asi una especie de transmisión de energías que serán recibidas con la mano izquierda y transferidas, con la mano derecha, al plexo solar.
Luego damos las gracias al árbol.
Las influencias benéficas más puras son las del campo, bosques y montañas, en la próximidad de un naciente de agua o de un río; igualmente donde habitan numerosos pájaros. Los árboles y el agua tienen emanaciones purificadoras, de las que el hombre no sabe beneficiarse satisfactoriamente.
Ellas inducirán en nuestro espíritu frescor y serenidad, pues los pensamientos de que están impregnadas son diferentes de aquellos de quien ha quedado durante algún tiempo en un velatorio, en un cementerio, entre cadáveres o ataúdes, peleas o ambientes de discordia.
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