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La felicidad fría estado emocional y el sistema inmunitario

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Está comprobado el vínculo entre el estado emocional y el sistema inmunitario. Sentir emociones positivas supone reforzar las defensas del organismo

Si nos preguntaran ¿qué es tener una buena vida? Daríamos dos respuestas simultáneas, una verbal: salud, dinero y amor. Y otra emocional e intangible: tranquilidad. Pero no me entiendas mal, con tranquilidad me refiero a una vida predecible, un fluir, como dicen los budistas, sin tropiezos ni sorpresas.



Sin embargo, en una vida de relajación absoluta no sabríamos distinguir lo que es salud de lo que no lo es, lo que es tener dinero de lo que es ser pobre y tampoco valoraríamos el amor. ¿Cómo entonces, en una vida absolutamente tranquila, podríamos valorar la salud, el dinero y el amor? Está claro, comparándonos con los desgraciados.

En una vida de perpetuo fluir valoro mi salud entre los enfermos, mi dinero entre los pobres y mi amor entre los desdichados. Estamos viviendo así una felicidad artificial que se basa en, por un lado, en el egocentrismo -en tener yo más- y, por el otro, en la pasividad -porque los demás tengan menos-.

Este artículo pretende abrirte los ojos, que te preguntes si realmente eres feliz o estás evitando ser infeliz, que no es lo mismo. Estamos viviendo un renacimiento de una actitud positiva hacia los pensamientos, emociones y acciones. Nunca antes ha habido un interés tan intenso hacia la autoayuda, nunca antes se han vendido tantos libros sobre la introspección y el autoconocimiento.

En la consulta, sobre todo en temas cada vez más numerosos de depresiones, veo una necesidad básica que no se cubre: la necesidad de un por qué levantarse mañana al margen de las obligaciones laborales. Todavía no se me ha dado el caso donde la causa principal esté fuera de la persona: una mala relación con la pareja, un hijo conflictivo, un mal ambiente de trabajo, el paro, etcétera.

Las personas tenemos un cierto horror a aceptar nuestra responsabilidad en nuestros sentimientos negativos, es más fácil y, casi obvio, optar por la autocomplacencia y quejarnos de la mala suerte que hemos tenido con la pareja, el hijo o el trabajo. Cuando hablo de la felicidad fría como egocéntrica me refiero a esto mismo -primero es mi felicidad, una vez que sea feliz haré feliz a otros- y cuando hablo de que es pasiva me refiero a que el primer paso ha de darlo el otro.


Éste es el tipo de felicidad que predomina en los deseos de la mayor parte de los seres humanos a día de hoy, exceptuando a los que han puesto como motor del cambio primero a sí mismos. Son éstos los que han logrado la felicidad real y son muchos y sin necesidad de ser nombrados santos. La habilidad para hacer feliz es el primer requisito para considerarse un feliz real, y ser realmente feliz supone la única razón válida para levantarte por la mañana.


Muchas veces me he preguntado lo mismo que tú te estás preguntando ¿por qué me ha pasado esto o lo otro? La vida es un examen continuo de felicidad real, de si somos capaces de hacer felices a otros, incluso en las peores circunstancias, incluso en un cáncer, incluso tras la muerte de la pareja amada.


El primer paso ineludible para ponerse en marcha, desde dentro, es conocerse a uno mismo, lejos del misticismo o la palabrería, se trata de saber qué emoción estoy sintiendo en este momento, la más intensa, si es positiva o negativa, por qué y cómo se llama. He conocido a gente gravemente enferma que, aun sabiendo que iban a morir pronto, la emoción más intensa que experimentaban era el amor por sus seres queridos, mayor que la tristeza, que la melancolía, que la rabia o el miedo. Si ponemos nota de cero a diez a todo el catálogo de emociones posibles, nuestro objetivo siempre ha de ser que la mayor puntuación se la lleve una emoción positiva y la más positiva es el amor, pero no sólo hacia una pareja, sino a todos los ámbitos de la vida.

Es muy frecuente asociar el amor sólo a tener o no pareja eso es propio de otros tiempos y más bien de telenovelas venezolanas. Siempre recordaré a una amiga que, quedándole pocos días, lo primero que me preguntó al entrar en la habitación del hospital era cómo estaba yo, y lo preguntaba con tanto interés y ganas de aconsejarme que no percibía restos de miedo alguno.


Científicamente está comprobado el vínculo entre el estado emocional y el sistema inmunitario. Sentir emociones positivas supone reforzar las defensas del organismo. Sólo nos tenemos que fijar en la cantidad ingente de infecciones, resfriados y demás achaques que tiene un persona depresiva.


La emoción positiva más intensa y, por lo tanto, más saludable, aun en la peor de las enfermedades, es el amor y, no sólo a las personas queridas también a las no queridas porque nos hacen valorar a las primeras, también hacia aficiones, hacia trabajos, hacia animales, hacia todo lo que contiene nuestra vida. No me confundas, nada más lejos de mi intención que parecer cursi o un telepredicador de tele por cable americano. Mi propósito es darte un toque de atención sobre en qué estás cimentando tu vida y a qué clase de felicidad estás aspirando.

A todo se puede aprender, si unas simples personas enfermas y frágiles, pueden hacerlo, es decir, pueden emitir emociones positivas aun en la peor de la circunstancias de salud o económicas, ciertamente concluye que son un modelo a seguir y que, sin ninguna duda, son las emociones positivas las que les hacen sobrevivir.

Un ejemplo de la innata habilidad del ser humano para ser feliz realmente está en el comportamiento instintivo de los niños. Un niño psicológicamente tiene más posibilidades de superar un cáncer que un adulto, siempre y cuando aquél no se vea contaminado por los miedos, la tristeza, la frustración y la autocompasión de sus padres. Estos contaminantes un adulto, lamentablemente, hace tiempo que lo ha incorporado a su persona. En cambio, los niños traen de serie, como los coches, la habilidad de dar y recibir amor y la habilidad de la valentía -que desde los adultos lo vemos como inconsciencia-.

Si con la madurez siguiéramos cultivando estas dos facetas, que el amor esté por encima de cualquier emoción secundaria y el coraje por encima del miedo, llegaríamos a ser, aunque suene raro, lo que en tiempos más bastos e inhóspitos llamaron iluminados y yo llamo felices de verdad.


JOSÉ ÁNGEL CAPERÁN | PSICÓLOGO Y COACH
/www.elcomercio.es

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