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Costumbres en Galicia por navidad

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Galicia entera está iluminada esperando la Navidad.

Calles, plazas y paseos se llenan de guirnaldas para despedir el año viejo y recibir el nuevo con aires de gran celebración. No es para menos, 2010 es año Santo, Jubileo de Santiago Apóstol y la capital aguarda ansiosa un año tan especial.

Pero bajo las actitudes comunes a todo el mundo, compras, prisas, regalos y salutaciones hay una serie de tradiciones que perviven y otras que se recuperan.

Siendo un territorio tan variado, paisajísticamente hablando, es indudable que también los hábitos de celebración son diferentes, o por lo menos con matices, según estemos en montaña, campo o costa.

Casi todo el país, suele comer capón (pollo de corral de grandes proporciones) y según las zonas se acompaña con castañas, manzanas o patatas. En las familias marineras, reina el bacalao con coliflor y la sopa con “bolos de pote”, una especie de albóndiga de harina de maíz con (según la casa) uvas pasas, trozos de tocino, jamón o verduras. Los postres varían, desde turrones y mazapanes comprados al convento o monasterio de la zona, a tartas de castaña, filloas rellenas, roscas dulces, leche frita o pan rebozado, húmedo en leche, puesto en capas con manteca y azúcar, huevo por encima y al horno.

El 21 de diciembre, con la llegada del solsticio del invierno se celebraba la antigua fiesta celta del Alban Arthuan.El cristianismo marcó el día 25 como Navidad para recordar el nacimiento de Cristo coincidiendo con las celebraciones profanas y de esa manera capitalizar la fiesta, haciendo suyos elementos paganos, como el árbol que se decoraba con símbolos astrales (soles, estrellas, lunas) a diferentes alimentos o costumbres, como compartir regalos en años de abundancia o celebrar una comida especial.

Por las zonas de Lugo y Pontevedra aun queda la costumbre de encender la vela de Navidad, una vela que desde tiempos antiguos se encendía en honor de la tierra y para ello se utilizaban restos de la vela del año anterior. Debía arder durante doce horas para traer buena suerte. Como origen de esa tradición surgió una de las tradiciones más antiguas y de mayor arraigo hasta no hace mucho, en Galicia: el llamado "Cepo navideño".

El Cepo navideño era una cepa grande de madera buena, de roble generalmente, que se echaba en el fuego del lar para que ardiera durante toda la noche. En algunas comarcas también se usaba el llamado "Fuego joven" (las brasas de este fuego se hacían en los lares de las casas quemando tojo o leña menuda, luego eran benditas el Sábado Santo en el adro de la iglesia. Se guardaban porque daba buena suerte a la familia y se encendían en la noche de Navidad).

Al calor y a la luz de este fuego se juntaba la gente y cantaban coplas calientes, contaban historias de la Santa Compaña, de moros, serpientes, encantos, cuentos de reír, etc., mientras los niños jugaban. Se pensaba que las ánimas de la familia estaban presentes esa noche alrededor del fuego.

Este cepo navideño era mucho más que el alimento del fuego de una noche del año. Los carbones que hacía no se arrojaban, se guardaban en un rincón de la casa por tener propiedades mágicas. Cuando tronaba, tanto en las tormentas de verano como en el trozo de invierno que aún quedaba por venir, se cogía ceniza del cepo de Nadal y se echaba al lar, para los truenos.

Ramón Otero Pedrayo escribió sobre el cepo de Navidad llamándolo "tizón de Nadal".

Por la zona del Caurel, en las montañas de Lugo, se cree que en la Nochebuena baja el “apalpador”, un personaje que toca las barrigas de los niños y si les hace falta deja ricos manjares o regalos. Hay quien dice que es una tradición antigua, hay quien cree que nace en las épocas de guerra cuando la gente tenía tanta hambre que un trozo de pan era un regalo muy bueno.

Hasta hace unos años en las aldeas y villas gallegas se podían escuchar los cantos propios que había para cada día o para cada fiesta: el día de Navidad se cantaban ”nadais”, “panxoliñas”, “cantos de nacimento” y “villancicos”; las xaneiras, aninovos y manueles, en el día de fin de año y Año Nuevo; y los reyes, aguinaldos en la noche de Reyes.

Era tal la alegría que los cantos solían terminar en procesión, aunque se mezclaba el folclor con lo religioso, y así los grupos de panderiteiros y gaiteiros cantaban en las casas reclamando el “aguinaldo”, una paga que en algunos casos se compartía en el momento y que en otros se utilizaba meses después en la fiesta del santo patrono.

Otra costumbre de la Noche de Navidad, que aún pervive en muchas casas, es que la mesa quede sin limpiar, porque esa comida es para las ánimas de los difuntos de la familia, y la cocina no se barre para que no entren las “meigas”. Y para eso nada mejor que cantar:

Fariña levián da lúa

aboiando polo ar.

Neve de estreliñas mozas

que se chapuzan no mar.

Que viva, que viva,

que reine, que reine,

o Verbo encarnado

que é o rei de reises.

Así que en esta nochebuena, estemos donde estemos, tengamos las tradiciones que tengamos, lo importante es que celebremos nuestra memoria y la renovación de la esperanza.

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