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Con los espirítus no se juega ouija

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A ciencia cierta nadie ha podido saber qué tanto poder tiene la ouija para transmitir mensajes del más allá, lo que sí se sabe es que es una caja de pandora en la que nunca se sabe qué se va a encontrar.
Andrés Grillo

Amanda ha olvidado los detalles, pero no lo sustancial de la historia que vivió hace 13 años. Todo comenzó cuando una de sus compañeras, que aseguraba tener dotes de videncia e incursionaba con frecuencia en el mundo de lo oculto, la invitó a consultar su futuro con los espíritus, por medio de un instrumento conocido como la ouija, un invento siglo XIX que ha sido promocionado en todo el mundo como un inofensivo juego de mesa.


La ouija consta de un tablero ilustrado con las letras del alfabeto, los números del cero al nueve y las palabras ‘sí’ y ‘no’ en las esquinas. Sobre el se desplaza una tablilla en forma de corazón, sostenida por tres patas, en medio de la cual hay un vidrio redondo que permite observarlo que hay debajo.

El mecanismo del ‘juego’ es simple. Un grupo de personas se reúne frente al tablero, cada uno de los presentes pone la punta de uno de sus dedos sobre la tablilla y se hacen preguntas en voz alta a los espíritus. Si éstos ‘responden’, el señalador se mueve de una letra a otra hasta formar palabras. Es por eso que a la ouija se le conoce también como ‘el telégrafo de los muertos’.

Amanda y tres de sus amigas nunca tuvieron a la mano la sofisticada ouija que vende, como si fuera un oráculo, la compañía Parker Brothers. Ellas hicieron la suya sobre una cartulina y utilizaban como señalador una copa de aguardiente. Durante un año la usaron con regularidad. Al principio lo hicieron por curiosidad, luego, dice Amanda, “nos enviciamos”.

Las reuniones para estudiar eran el momento propicio para consultarle a los espíritus que creían que contactaban, un monje de la Edad Media o una actriz de la Segunda Guerra Mundial llamada Ingrid, si se iban a casar, si iban a tener hijos o si iban a ser buenas amantes, entre otras. “Era una cosa muy adolescente. Preguntábamos bobadas”, recuerda Amanda, quien hoy está casada y es una respetada profesional.

Una tarde se reunieron en el apartamento de una de ellas, junto con otra compañera de la universidad a la que habían invitado, y comenzaron con el ritual de siempre. Sacaron la cartulina y la copa que siempre usaban, rezaron y comenzaron a preguntar: —¿Hay algún espíritu presente en este lugar? El vaso se movió hacia el ‘sí’. Le pidieron que se identificara y la copa se movió una vez más entre las letras hasta formar la palabra...—Gog.

Después de eso, formularon otra pregunta y algo extraño pasó. “No me pregunte qué era, pero se sentía algo feo en el apartamento. La copa comenzó a moverse demasiado rápido sobre la cartulina”, dice Amanda. Viajaba entre dos letras y formaba, una y otra vez, una expresión sarcástica: “JA–JA–JA–JA”. De repente la copa se volteó y las cinco mujeres, coloradas y con la respiración agitada, quedaron petrificadas.

Esa noche y los días siguientes todas sintieron cosas extrañas. La dueña del apartamento vio en un espejo la figura de un encapuchado con algo en la mano. La que hizo las veces de médium sintió que ‘algo’ la seguía. A la hermana de otra la molestaron mientras dormía. A la que peor le fue se le desbarató la cama en la madrugada y Amanda esa misma noche tuvo fiebre muy alta. En medio de su delirio tuvo pesadillas toda la noche con ouijas. Quedó curada. “Después deese susto nunca más volvía jugar con eso. Es una bobada jugar con algo que uno después no puede controlar”, concluye Amanda.

Juego peligroso

La mayoría de gente ha oído historias similares a la de Amanda o, incluso, mucho más dramáticas como la de María Teresa Martínez. Esta venezolana, que hoy tiene 48 años, vivió a los 20 una experiencia muy desagradable con la ouija. Un día ella y su cuñada se pusieron a invocar el espíritu de un familiar muerto recientemente. Tal y como en el primer caso el ambiente se puso pesado y se volvió mucho más atemorizante, porque un perro que se encontraba presente comenzó a aullar desesperado. “Sentí mucho miedo”, dice María Teresa. Cuando reaccionó cogió una cruz, que siempre lleva consigo porque contiene Tierra Santa, y la puso en medio del tablero. En ese momento la tablilla del señalador, que tenía forma de pirámide, se le quedó inmóvil encima.

Las dos mujeres intentaron moverlo pero no hubo poder humano capaz dearrancarlo de ese lugar. María Teresa recuperó su crucifijo y, junto con su cuñada, envolvieron la ouija en una bolsa y la botaron fuera de la casa. Después de este incidente las luces de la casa se prendían y apagaban sin intervención de nadie, las puertas y ventanas se abrían y se cerraban de la misma manera. María Teresa, por su parte, comenzó a sufrir desmayos, a sentir asfixias y a tener pesadillas en las que veía enanos y otros seres extraños.

¿Cómo explicar lo que ocurrió en ambos casos? Para quienes creen que por medio de la ouija los humanos sí pueden ponerse en contacto con los espíritus de muertos, estos dos casos lo que prueban es que se hizo mal la invocación y por eso se tuvieron estos resultados tan molestos. Los ocultistas creen que la ouija debe hacerse mínimo con seis personas, un número benéfico para la comunicación; que se debe tener en cuenta los puntos cardinales y que deben ser convocados antes la sesión unos custodios espirituales para que protejan a los participantes.

Nunca deben asistir a una reunión de este tipo niños o mujeres que tengan el periodo menstrual. Ambos son demasiado vulnerables a una infestación. Es decir, a ‘contaminarse’ con alguna de las entidades que responde la invocación. Los ocultistas creen que hay diferentes planos de existencia, que son habitados por entidades que difieren en su desarrollo espiritual.

Suponen también que la ouija es una especie de puerta astral que comunica este mundo con esos otros planos y que, por lo general, quienes se sienten invitados a atravesar ese portal son espíritus divagantes o larvas espirituales. Los primeros pertenecerían a personas que estaban muy apegadas al plano material o que están intranquilas porque se suicidaron o murieron en una forma violenta. Las segundas, según estas creencias, serían entidades ‘negativas’ que se alimentan de la luz de los planos más altos.

Tanto los unos como los otros se mostrarían dispuestos a ‘responder’ la pregunta que sea con tal de quedarse en este mundo. Su presencia explicaría los fenómenos extraños en las casas y las perturbaciones del sueño de quienes han sido infestados.

Ni siquiera gente que se supone conoce del tema parece ser inmune a estos problemas. Alma Set es el ‘nombre cósmico’ de una venezolana de 53 años, fundadora de la Orden Babaji. Esta organización utiliza un péndulo y unos tableros similares a la ouija como instrumentos de invocación de espíritus–guía provenientes de la luz.

Con su ayuda y la de los tableros establecen perfiles espirituales, descubren los obstáculos en la disolución del ego, determinan el porcentaje decarencia de expresiones positivas, precisan las fuerzas satánicas o los sentimientos negativos que tiene alguien en su interior y esclarecen su origen: si provienen de esta vida, de una pasada, de otra dimensión o son una herencia familiar.

En febrero de 2000, cuenta Alma Set, se puso en contacto por medio del péndulo con el espíritu de su mamá y de tres entrañables amigos. Este logro, según ella, hizo que su ego la atacara y permitió que ‘el oscuro’ la ‘contactara’ con un espíritu maligno. Este ser la impulsó a que se comunicaran con una ouija.

Ella la construyó y llevó a cabo tres sesiones, durante las cuales, dice Alma Set, “este ser fue muy cruel conmigo, abusó de mi complacencia, me hizo sentir culpa”. Después de esto ella se des hizo de la ouija pero meses después construyó una nueva por recomendación de ese espíritu que se hacía pasar por su amigo, de otro que fingía ser un ángel y de un tercero que simulaba ser su papá.

Durante ese tiempo tuvo mucho miedo, sufrió crisis de llanto, sintió escalofríos y se deprimió mucho. Al final Babaji, que se supone es un maestro espiritual del grupo, le indicó que quemara la ouija en un envase de barro, la arrojara al río Guaire, sebañara con sal y se rodeara de velas azules. Así lo hizo ella y hoy se siente bien.

¿Fenómenos paranormales?

La iglesia católica y las evangélicas condenan este tipo de prácticas que consideran pecaminosas pues La Biblia repudia y prohibe la invocación de los muertos y cualquier tipo de adivinación. “Dios es el único y en Él hay que tener confianza absoluta. Es un error creer que otros seres tienen poder. Hay que focalizarse en Dios y centrar el amor y la confianza en Él”, asegura el profesor Ricardo Márquez, director del departamento de Pastoral de la Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas.

Este fuerte rechazo doctrinal a la ouija contrasta con la actitud de incredulidad que tienen muchos sacerdotes frente a los fenómenos que produce su práctica: creen que lo quele sucede a quienes se involucran con el tablero, en su mayoría mujeres adolescentes, es resultado de la sugestión o deperturbaciones sicológicas previas que son catalizadas por esta práctica.

El jesuita Jaime Vélez Correa, un experto de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) en asuntos paranormales, dice en una de sus obras sobre el tema: “La frecuentación de estas actividades inconscientes, a juicio de los siquiatras, causa perturbaciones síquicas y desencadena disturbios mentales, máxime cuando hay predisposición hacia esas prácticas, pues con ellas se preparan automatismos incontrolables, se predispone para alucinaciones, se alteran las secreciones internas, se producen delirios y se perjudica el sistema nervioso”.

¿Y cómo explicar entonces los raps (ruidos inexplicables) o las respuestas acertadas que dan los espíritus a algunas preguntas? Para el padre Vélez todos los fenómenos alrededor de la ouija se pueden clasificar como paranormales, es decir, son producidos no por fuerzas sobrenaturales, sino por la misma energía síquica de quienes ‘juegan’con la ouija. Álvaro Mauricio Gómez es un abogado colombiano que se ha dedicado a estudiar el mundo de lo oculto y la forma como los jóvenes se sumergen en él “para resolver frustraciones cotidianas por medio de prácticas mágicas”.

Para él, la visión de la Iglesia sobre el tema de la ouija esun poco simplista. Gómez no aboga por generar una histeria colectiva sobre espíritus malignos que atacan desde el más allá pero sí cree que el asunto debería ser tratado con mayor sensibilidad pues es evidente que con la ouija “ se genera contacto con algo no identificado,se transgreden las leyes de la naturaleza.

La ouija no es un juego,es una puerta astral, un canal que se abre y algo pasa después”. María Teresa vivió lo que sigue y por eso recomienda no meterse en esos asuntos: “Es como una caja de Pandora. Hay que evitar abrir ese portal porque nunca se sabe quién puede venir”. Después de lo que le pasó en el apartamento de su amiga Amanda no quiso saber nada más de la ouija. Ni siquiera se enteró de la forma como sus amigas, con la ayuda de un religioso, se deshicieron de la presencia maligna que invadió ese lugar.

Hoy ella no está convencida de que los entes que respondían sus preguntas de adolescente fueran monjes de la Edad Media o actrices de la Segunda Guerra Mundial. Piensa que es más factible que fueran proyecciones del inconsciente de todas las mujeres presentes. La verdad no le interesa averiguar más sobre el tema, pero de lo único que sí está completamente segura es de que con laouija no se juega, porque al igual que con la candela se corre un riesgo muy alto de quemarse

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